Un anciano salió una tarde a caminar por la ciudad cuando vio a un niño descalzo, alimentando a un delgado y maltrecho perro con trozos de su pedazo de pan. El anciano se acercó a él y le preguntó por qué estaba compartiendo su pedazo de pan con el perro.
El niño contestó: "Porque este perro no tiene nada. No tiene casa ni familia, y si no le alimento morirá de hambre". El anciano le dijo "pero esta ciudad está llena de perros abandonados... tu esfuerzo y sacrificio apenas les supone alivio alguno".
El niño miró al perro, le acarició y le colocó un cuenco con agua. "Para este perro, supone todo el alivio del mundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario